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HISTORIAL - HISTORIA DEL TEATRO UNIVERSAL -

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TEATRO INGLES


TEATRO ISABELINO, INGLES Y DE LA RESTAURACIÓN 

     

El teatro renacentista inglés se desarrolló durante el reinado de Isabel I a finales del siglo XVI. 

En aquel tiempo, se escribían tragedias academicistas de carácter neoclásico que se representaban en las universidades; sin embargo la mayoría de los poetas isabelinos tendían a ignorar el neoclasicismo o, en el mejor de los casos, lo usaban de forma selectiva. 

   

A diferencia del teatro continental —creado con el objetivo de ser presentado ante un público de elite— el teatro inglés se basó en formas populares, un teatro medieval vital, y en las exigencias del público en general. 

   

Bajo la influencia del clima de cambio político y económico en la Inglaterra del momento, así como de una evolución de la lengua, dramaturgos como Thomas Kyd y Christopher Marlowe dieron lugar al nacimiento de un teatro dinámico, épico y sin cortapisas que culminó en el variado y complejo trabajo del más grande genio del teatro inglés, William Shakespeare.  

  

Las obras seguían una estructura clásica en cuanto se refiere a actos y escenas, 

  

1-se empleaba el verso (aunque a menudo se intercalara la prosa), 

2-se recogían recursos escénicos de Séneca, Plauto y la commedia dell'arte; 

3-se mezclaban tragedia, comedia y pastoral; 

4-se combinaban diversas tramas; 

5-las obras extendían su acción a través de grandes márgenes de tiempo y espacio; 

6-convivían personajes de la realeza con los de las clases bajas; 

7-se incorporaba música, danza y espectáculo; 

8-se mostraba violencia, batallas y especialmente sangre. 

9-Los temas de la tragedia solían ser históricos más que míticos, 

10-la historia era utilizada para comentar cuestiones del momento contemporáneo. 

11-Las comedias eran frecuentemente pastorales, e incluían elementos como ninfas y magia.

    

 Dramaturgos ingleses posteriores a esta época, en especial Ben Jonson, observaron de forma más estricta los preceptos neoclásicos.  

 

Las obras se representaban durante los meses más cálidos en teatros circulares y al aire libre. 

El escenario era una plataforma que invadía parcialmente el equivalente al actual patio de butacas, por entonces un área para estar de pie destinada a las clases bajas. 

En los meses más fríos, las obras se montaban en teatros privados para un público de elite.

   

El estilo de interpretación en los principios del teatro isabelino era exagerado y heroico como las obras mismas pero, ya en tiempos de Shakespeare, actores como Richard Burbage habían empezado a modificar su trabajo hacia un estilo más natural y menos contenido, tal y como se refleja en el famoso discurso a los intérpretes en la obra de Shakespeare Hamlet.  

   

El decorado era mínimo, y constaba de algunos accesorios o paneles. 

Las localizaciones eran sugeridas, y por tanto quizá cobraban más vida en la propia mente de los espectadores por la poesía de la obras.  

  

Tras la muerte de la reina Isabel, 

el teatro, como reflejo del clima político y social cambiante, se volvió más oscuro y siniestro, mientras que la comedia, especialmente las de Jonson, se tornó más cínica. 

Asimismo, también se desarrolló un elaborado teatro de corte, la mascarada. 

Parecida a los intermezzi italianos y los ballets franceses, las mascaradas presentaban historias alegóricas —con frecuencia eran tributos a la realeza— con música y danza. 

  

Jonson fue el principal escritor de este tipo de espectáculos, y el arquitecto Inigo Jones diseñaba el escenario y la maquinaria con un estilo fantástico e italianizante.  

   

En 1642 estalló la guerra civil y el Parlamento, bajo el control de los puritanos, cerró los teatros hasta 1660. 

Durante ese periodo, la mayoría de los edificios teatrales fueron destruidos, y con ellos gran parte de los testimonios del teatro inglés del renacimiento.  

  

Cuando se volvieron a producir obras de teatro tras la restauración, se atendió a un pequeño grupo de elite. 

Fueron construidos pocos teatros nuevos basados en modelos italianos o franceses. 

La plataforma isabelina fue conservada pero se combinó con los decorados y los cambios de perspectiva italianos. 

Se permitió la entrada sobre el escenario a las mujeres por primera vez desde la edad media. 

    

Las obras observaban de forma relajada las normas neoclásicas. 

Aunque las obras de este periodo puedan parecer para el público actual académicas y rígidas, las comedias de costumbres ingeniosas, sofisticadas y con clara carga sexual, en particular las de William Congreve, todavía gustan a muchos espectadores.

 


TEATRO DEL SIGLO XVIII EN EUROPA  

            

El teatro del siglo XVIII era, básicamente, y en gran parte de Europa, un teatro de actores.

   

 Estaba dominado por intérpretes para quienes se escribían obras ajustadas a su estilo; a menudo estos actores adaptaban clásicos para complacer sus gustos y adecuar las obras a sus características. 

 

Las obras de Shakespeare, en especial, eran alteradas hasta no poder ser reconocidas no sólo para complacer a los actores sino, también, para ajustarse a los ideales neoclásicos.

A Rey Lear y Romeo y Julieta, por ejemplo, se les cambiaron los finales trágicos por unos felices, anulando por lo tanto la intencionalidad del autor. 

Sin embargo, también se produjo una reacción contra el neoclasicismo y un creciente gusto por lo sentimental; esto se debió en gran parte a la aparición de una pujante clase media. 

  


TEATRO BURGUÉS  EN INGLATERRA

   

A lo largo del primer cuarto del siglo XIX, tanto el melodrama como el romanticismo tendían a aportar una nota exótica, centrándose en hechos históricos o extraordinarios al tiempo que idealizaban o simplificaban demasiado la construcción del personaje.  

  

Sin embargo, alrededor 1930 en Inglaterra, las características y los elementos estilísticos de ambas corrientes empezaron a prestar atención a la vida del momento, a las cuestiones domésticas y aparentemente a temas más serios. 

   

El énfasis pasó del espectáculo y la emoción a la recreación de lo local y de la vida en el hogar al detalle. 

  

Este cambio requería nuevas prácticas de puesta en escena, las cuales allanarían el terreno hacia la escenografía moderna. 

La idea del escenario de caja se puso de moda; un entorno consistente en las tres paredes de un espacio con el objetivo de que el público observa a través de la imaginaria cuarta pared. Accesorios, atrezzo y mobiliario tridimensional vinieron a reemplazar las representaciones pintadas anteriores. 

   

Como los decorados dejaron de ser un mero fondo, los actores interpretaban como si estuvieran en realidad en el lugar pretendido, ignorando en apariencia la presencia del público. 

  

Se desarrollaron nuevas actitudes, en vez de asumir una determinada pose y de recitar versos, los intérpretes creaban acciones realistas, apropiadas para el personaje y la situación. 

Se fue prestando progresivamente más atención al vestuario y al decorado. 

Asimismo, los autores fueron empleando más detalles realistas en sus guiones.

Al ir aumentando el público, cambiaron las cuestiones económicas. 

   

Mientras que antes los actores formaban parte de una compañía de repertorio que podía representar docenas de obras en rotación continua a lo largo de la temporada, los actores empezaron a ser contratados para intervenir en una sola obra y representarla tantas veces como el público estuviera dispuesto a pagar.


NATURALISMO Y CRÍTICA SOCIAL

   

A mediados del siglo XIX el interés por el detalle realista, las motivaciones psicológicas de los personajes, la preocupación por los problemas sociales, condujo al naturalismo en el teatro.

   

 Acudiendo a la ciencia en busca de inspiración, los naturalistas sintieron que el objetivo del arte, como el de la ciencia, debía ser el de mejorar nuestras vidas. 

Los dramaturgos y actores, como los científicos, se pusieron a observar y a retratar el mundo real. 

   

Con una clara influencia de las teorías de Charles Darwin, los naturalistas ven en la herencia y el entorno la raíz de todas las acciones humanas y el teatro decidió ilustrarlo. 

Se abandonó la preocupación romántica por los valores espirituales. 

   


TEATRO DEL ABSURDO

        

El género no realista más popular del siglo XX fue el absurdo. 

Espiritualmente (si no directamente) desciende de las obras de Alfred Jarry, los dadaístas, los surrealistas, y la influencia de las teorías existencialistas de Albert Camus y Jean-Paul Sartre, los dramaturgos del absurdo vieron, en palabras del autor rumano-francés Eugène Ionesco, al "hombre como perdido en el mundo, todas sus acciones se revelaron sin sentido, absurdas, inútiles".  

  

ABSURDO INGLES

El dramaturgo británico Harold Pinter también ha sido incluido en el grupo de autores del absurdo. 

Sus obras, como El regreso al hogar (1964), parecen oscuras, impenetrables y absurdas. Pinter explicó, sin embargo, que son muy realistas porque evocan el mundo cotidiano en el que sólo se ven y oyen fragmentos no explicados de diálogo y acción. 

  


TEATRO CONTEMPORÁNEO 

       

En Inglaterra, 

durante los años cincuenta, la obra Mirando hacia atrás con ira (1956) de John Osborne, se convirtió en estandarte de la protesta jóvenes airados en el periodo de posguerra; en la década de 1970, una trilogía sobre Vietnam del autor estadounidense David Rabe, expresaba la ira y la frustración de muchas personas contra esa guerra. 

  

   

TEATRO TECNICO PARA ACTORES GRUPOS Y SALAS PRODUCIDA POR CARLOS CANAVESE (R) 1999